Quedé sorprendido al recibir mi primer ejemplar del "nueve" - enero y febrero - de la revista oficial del National Trust for Historic Preservation estadounidense, Preservation. En vista aérea el lado norte de la Plaza de Armas sanjuanera y el caótico paisaje de miradores hacia las calles Luna y Sol, y superimpuesto en letras blancas, ¡VIVA LA PRESERVACIÓN! (así, en castellano aunque la revista y su artículo están en inglés). Adentro, el periodista Eric Wills - cuyas credenciales no pude averiguar porque la nota del editor enfocó esta vez en sus "resoluciones" de año nuevo, las cuales espero que duren algo más que una promesa de Milhouse - expone una visión generalmente correcta, aunque parcial, sobre el estado del patrimonio en nuestro país.
En su escrito de 8 páginas impresas cuyo título se traduce como "Custodiando las glorias de San Juan" el articulista entrevista a algunos protagonistas de la escena "patrimonial" puertorriqueña (todavía me pregunto, porqué no se me acercó para darle una información que entiendo útil para comprender la situación tema de su escrito). Gracias a Dios que don Ricardo Alegría Gallardo fue uno de ellos - aparte del incondicional respeto que guardo a don Ricardo, cuando uno analiza de un punto de vista histórico las estrategias patrimonialistas que esgrimió a lo largo de su larga carrera, aun cuando objetivamente muchas de ellas adolecen de deficiencias. Pero lo que propuso don Ricardo en su tiempo fue lo mejor que se podía, ¡y reconozco que sus tácticas casi siempre fueron brillantes! ¿Qué sería el patrimonio puertorriqueño sin la oportuna defensa que montó en una época crítica?
De los otros con quienes Wills habló, algunos en este campo son algo, otros menos, otros nada. Pero la esencia del artículo tímidamente sale del sanjuanocentrismo encontrado en mucha información sobre el patrimonio puertorriqueño y al menos en cuatro párrafos lacónicos que resultan ser del proceso de P[as]eo Caribe (no menciona ese nombre allí) atisba algo de la participación social como componente esencial de la defensa de nuestra cultura construida. Sólo creo que Mr. Wills no debió haber perdido su tiempo entrevistando a Mr. Arthur Wood, el verdugo de P[as]eo Caribe... ¿para qué, para luego llamar provocateur a nuestro Tito Kayak? ¡Ahí es que la puerca entorchó el rabo!
El Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico toma protagonismo a pesar que no tiene el multidimensionalismo del NTHP continental (sobre el Fideicomiso y sus políticas postearé en el futuro, y va a tener algo de halago y algo de ranteo, se los aviso). Y solo hacen mención de la hacienda Esperanza de Manatí y del nuevo proyecto del acueducto antiguo de San Juan, no de las iniciativas exitosas de la entidad como la Hacienda Buena Vista de Ponce, la reserva de Guaniquilla, el Cañón de San Cristóbal, o el Faro de Fajardo y la reserva adyacente. Pero Lloveras y los Fideicomisarios - hello, wake up! - aun tienen que ver que fueron encomendados con una función divulgativa y educativa esencial que tiene que trascender los límites de los bienes raíces que custodian y la cadena de los fondos que reciben en propuesta o por ley. ¿Cuándo, señor, cuándo?
Concluyo este análisis presentando la e-cartita (en inglés, of course) que mandé al editor de Preservation sobre el articulito, y que resume otras de mis preocupaciones tras una frenética y crítica lectura del mismo.
Mr. Eric Wills' article on preservation in Puerto Rico ("Guarding the Glories of San Juan", Jan.-Feb.) did not explore sufficiently the role that community-based preservation has had in Puerto Rico, especially in older urban neighborhoods such as San Juan's early-20th-century Miramar, where high-rise encroachment and teardowns have been a constant threat. Actually we have in our State registers, besides Ponce, Old San Juan, and Miramar itself, seven other historic districts and close to 300 individually listed sites, a large number of them submitted by local civic and cultural organizations, or local authorities. One of these districts, San Germán in the southwest, is remarkable for its state of conservation, and the care many owners and residents lavish on their properties.
Because of historic factors, Puerto Rican architecture is phenomenally diverse for an island this size, and French, English, homegrown Creole and even American influences [se me olvidó mentar la española, pero, ¡qué rayos!, ya había apretado el botón "send"] have all shaped its heritage. Only exploring beyond San Juan's "Neoclassic-Colonial" walled city can one really appreciate the true challenges that we, Puerto Rican preservationists have to face - among others, recovering techniques of preservation of wood, brick and stone in the tropics, stabilizing residents in town centers, promoting local commercial and cultural activities, rural preservation, and navigating complex state and local regulations. The protection of our many delicate cultural landscapes in the country - the product of a long agricultural past linked to sugar, coffee, tobacco and smallholder farming, and some places are even redolent of our indigenous past - has become a major issue facing unrelenting construction of malls and subdivisions in the countryside with no sensitivity to the meaning of place. This phenomenon has sparked considerable community activism - often marching hand-in-hand with our many environmentalists - with infrequent victories in regulatory agencies and the courts.
Nos complace que nuestro patrimonio vuelva a tener primeras planas en una entidad patrimonialista de la envergadura del NTHP estadounidense. Pero, oigan, ¿desde cuándo nos han incluido dentro de los "Study Tours"... o cuándo alguno de los "Trustees" locales ha mencionado nuestra tradicional hospitalidad para traer en el futuro la National Preservation Conference anual a nuestra isla? Atención, parece que hay unos fusibles fundidos... :(
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