Paseo Caribe ha ocupado en los últimos tres meses kilómetros enteros de espacio en todos los medios. Es una ironía, sin embargo, que este servidor no haya tenido que confrontarse (hasta ahora) al Santo Oficio de Monseñor Orlando Parga en el Senado, gracias a que durante los años en que el asunto se puso al rojo vivo, yo estaba tranquilamente ocupado en las luchas de la zona sur de la isla.
Esto es una verdadera comedia de errores.
El primero y fundamental fue la enajenación de terrenos que por ley son de dominio público y no enajenables, los rescatados a la ensenada del Condado. Notarios sin la aptitud necesaria para deslindar las complejidades de la frontera marítimo terrestre "amateurizaron" la interpretación e inscripción de estos terrenos. Es evidente que los "amateurs" estaban en control de todo el juego desde los acuerdos verbales iniciales hasta la inscripción nula en su faz en los registros. Esto es un reflejo acusado sobre la competencia de las más recientes generaciones de profesionales del derecho... sé que hay muchos excelentes, pero no estaban en las posiciones críticas desde donde pudieran haber observado este relajito.
El segundo error es la falta de una visión firme sobre el patrimonio, el urbanismo y el territorio. Fuera de algunos floreteos retóricos, no existe una verdadera política de estado sobre el manejo del territorio, mucho menos una pensada dentro de los grandes retos globales que nos van a caer pandereta-de-aleluyísticamente sobre nuestro paisito. Lo peor es que Puerto Rico parece ser Estudiolandia y Simposiolandia. Este lugar no solo está estudiado (en algunas) cosas hasta la saciedad, y además nos pasamos trayendo conferenciantes, organizando cónclaves y ponenciando por doquier (este blog incluído, no niego que bajo mis pantalones llevo puestos mis instrumentos para predicar la moral). Pero no hay el salto cualitativo a una visión, éso es, a una imagen clara del desiderátum al cual queremos llegar. Tenemos que pensarnos críticos de todo lo que damos por bueno.
Paso, y cierro por hoy, con una digresión sobre las visiones:
Una visión NO es un pronunciamiento retórico de grandes vuelos, una aspiración a un aforismo memorable. Cada gobernador trae estos bodrios, lo mejor está por venir dice uno, otro dice que trae un Nuevo Puerto Rico, otros prometen progreso, prosperidad, etc. etc. etc. Una visión es una referencia para guiar una praxis de vida. La visión no se consuma a menos que ésta sea la tabla de resonancia ante la cual resuenan los avances y golpes de la vida. Una visión tiene que abonarse de la cotidianidad, con sus impurezas y contradicciones.
Opino que, en cuanto al manejo del territorio, hay que recordar que Puerto Rico es una unidad geográfica claramente definida, compacta y ampliamente humanizada por sus pobladores. En realidad, nuestro país es un gran paisaje que cristaliza nuestros logros y deficiencias. Una lectura de este territorio y la experiencia de tratar de entenderlo y manejarlo, de hallar ese "manual de instrucciones" tan elusivo, nos lleva a ponderaciones iniciales.
Primero, definir cuál va a ser la relación entre territorio y habitantes. Podemos ir desde lo meramente utilitario (soporte) hasta darle significados mítico-trascendentes, como hacían, según los cronistas y estudiosos, nuestros indígenas. Un territorio puede ser muchas cosas para mucha gente. Los conflictos nacen cuando un sector minoritario impone su visión (o falta de ella) sobre un territorio investido de un significado social e histórico, no importa cuán mal comprendida sea esa historia. Paseo Caribe es uno de esos puntos de choque entre visiones distintas que fundamentalmente expresan aspiraciones de clases y grupos sociales distintos, ubicados de forma particular en el sistema de producción de Puerto Rico.
De eso hablaré en mi próximo posteo.
Monday, October 08, 2007
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